En el día menos pensado en toda la diminuta humanidad, el se vio a sí mismo dibujando, bocetando un cuadro. Indescriptibles formas, colores, incapaces de ser percibidos por las mejores especies de seres avanzados. Sólo una esencia, una luz, la energía más abstracta, más general, La esencia, pudo determinar aquel día la grandiosidad de su obra.
"Vete malparido", le susurraba maliciosamente al oído su ser carnal en cuanto lo vio abocado sordamente en su mundo. Fue allí cuando el momento crucial inició la cadena de sentimientos que hoy aparecen impresos en el alma de cualquier ser pensante inferior. "¡Jamás!" gritó él en el día menos pensado, "¡jamás!, repitió con una energía y firmeza de características ancestrales.
La esencia presenciaba ésta imagen tornándose más intensa a medida que levantándose de sus respectivas dimensiones, se separaba inconmensurablemente de su ser carnal.
La oscuridad desapareció, la botella se descorchó, y el mundo se desintegró, quedando una cortina plateada en su lugar... la muerte.
¿Y el amor?